Exposición de pintura.
Sala municipal "PALACIO MOLINA" 2012.
LUNA NEGRA
Queda poco por descubrir de la imagen, aunque lo que queda todavía dé pie a su magnificación, a la entrega sin reparos -sin tan siquiera el mohín que la apariencia de pudor hace percibir en el rostro inocente- a su causa, olvidando lo engañosa que puede ser cuando dice representar la realidad de las cosas, de lo que se ve desde la parcialidad del observador. Queda poco, pero el reducto donde se refugia parece inexpugnable, salvo si mirar se transforma en ver y se atravie
sa la cáscara que recubre y da forma al simulacro de la imagen. Enrique Navarro Carretero, en un ejercicio en el que la pintura no pierde su protagonismo, no renuncia a sus cualidades y calidades al servirse del color, la mancha, la materia en ebullición controlada, rasga la cortina de lo visible, de las cosas dispuestas según el orden aleatorio que la lógica al uso les ha querido dar, para dejar al descubierto lo que se esconde -o es ocultado por otros intereses- tras ellas, o en ellas si hemos de se consecuentes y buscar fuera de lo convencional. Y lo que descubre no es un mundo totalmente ajeno a la referencia, a la forma; no a la manida, a la que la frecuencia ha desgastado hasta dejarla -si es que alguna vez lo ha tenido- seca de sentido, sí a la esencia de la forma, a la que con su presencia nos habla de la universalidad sin tener que recurrir a la narración, a la explicación farragosa que insiste en el detalle olvidando la transcendencia del todo.
sa la cáscara que recubre y da forma al simulacro de la imagen. Enrique Navarro Carretero, en un ejercicio en el que la pintura no pierde su protagonismo, no renuncia a sus cualidades y calidades al servirse del color, la mancha, la materia en ebullición controlada, rasga la cortina de lo visible, de las cosas dispuestas según el orden aleatorio que la lógica al uso les ha querido dar, para dejar al descubierto lo que se esconde -o es ocultado por otros intereses- tras ellas, o en ellas si hemos de se consecuentes y buscar fuera de lo convencional. Y lo que descubre no es un mundo totalmente ajeno a la referencia, a la forma; no a la manida, a la que la frecuencia ha desgastado hasta dejarla -si es que alguna vez lo ha tenido- seca de sentido, sí a la esencia de la forma, a la que con su presencia nos habla de la universalidad sin tener que recurrir a la narración, a la explicación farragosa que insiste en el detalle olvidando la transcendencia del todo.
El círculo, con su conseguida sensación de volumen que lo convierte en esfera, es el protagonista. Él contiene y a la vez es contenido por un magma atmosférico -en Navarro Carretero la abstracción no es fuerza desordenada, catarsis terapéutica- que en la mayoría de las obras es resultado de la emanación del núcleo, prolongación exterior de las sensaciones tacto/visuales y de la carga emotiva que lo dinamiza. Lo invisible de los visible es la armonía, la apariencia caótica ordenada fuera de lo que marca la imagen (simulacro que se vende como realidad para eludirla).
Pedro Alberto Cruz
DESTELLOS EN LA ISLA DEL BARÓN
LUNA ROJA
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